«Los Derechos del Niño, aprobados por la Asamblea General de la ONU el 20 de noviembre de 1959, establecen que todos los niños y niñas del mundo tienen derecho a una familia. Y este derecho es universal y necesario para el desarrollo de la buena infancia».
He elegido este concepto en relación con los casos de adopción para poder relacionar que cada niño tiene derecho a una familia. Que eso no quiere decir que sea un derecho de los padres sino del derecho de un niño a tener una familia y cuanto antes mejor.
Gracias José y Belén por compartir vuestra experiencia con nosotros.
Hola a todos, somos José y Belén, estamos casados desde hace casi 17 años.En nuestro noviazgo habíamos hablado de cuántos hijos queríamos tener, cuándo tenerlos, qué métodos de regulación de la natalidad íbamos a utilizar. Y teníamos claro que tras pasar un periodo de adaptación en nuestra convivencia más o menos corto, empezaríamos a buscar tener un hijo. Deseábamos con todo el alma, una vez que decidimos buscar el hijo, que un día tuviéramos un retraso y dar la buena nueva de la existencia de un nuevo ser gestándose. Pasaba el tiempo y después de llevar un año intentándolo y no llegar el embarazo deseado comenzamos la andadura del estudio de la fertilidad. Una pareja que ve como mes a mes, ciclo tras ciclo, se frustra la ilusión de ser padres llega a empezar a minar la paz y la armonía en la convivencia. Cualquier pareja llega a experimentar pérdida de paz, desasosiego y frecuentes reproches a la hora de tener o no relaciones y cómo tenerlas, generándose una gran falta de paciencia entre nosotros. La búsqueda de un bebé llegaba a ser «el monotema». Nos dábamos cuenta de que estábamos entrando en un momento de nuestra relación muy peligroso y no nos habíamos preparado para ello. De ahí que como pareja sintiéramos la soledad personal pero desde dentro de la pareja y la soledad en la sociedad por la poca gente que nos comprendía. Nuestra gran decepción fue cuando nos informaron que nuestra esterilidad para concebir solamente se podría resolver con «técnicas de reproducción asistida». Pero lo más penoso fue que ni siquiera nos daban otras opciones. Solo daban por hecho que debíamos estar desde el minuto uno en una lista para la reproducción asistida, como única vía de solución. Nuestra relación de pareja se resintió bastante. Nuestros encuentros sexuales pasaron de tener un carácter «unitivo y procreativo», a ser de carácter «exclusivamente procreativo». Los especialistas nos recomendaron tener relaciones de forma sistemática para aumentar las posibilidades. Ello nos generaba una presión enorme y nos provocaba discusiones entre nosotros. ¿Qué ironía, no? Que las relaciones entre dos personas siendo la mayor manifestación de amor conyugal nos provocase desunión.Debido a ello nuestra unión conyugal empezó a debilitarse. Comenzó a crecer entre nosotros desasosiego y soledad difícilmente gestionable a pesar de intentar llevar toda esta situación al diálogo y a la ternura entre nosotros pues era un tema doloroso de tratar. Poco a poco, teníamos que ejercer un esfuerzo y ejercicio de la voluntad para no caer en ese camino de desunión que nos estaba arrastrando. El uno al otro nos ayudábamos recordándonos cuál era el verdadero sentido de nuestro amor y el fin por el que decidimos casarnos y que era buscar el bien del otro. Fue un proceso de aceptación lento y doloroso. No dejábamos que el otro entrase en el espiral de la culpabilidad o víctimismo porque entonces sabíamos que nos hacía muchísimo daño. Los dos deseábamos tener un hijo pero no «por encima del mundo» y teníamos claro que tampoco lo deseábamos a «cualquier precio». Llegados a este punto decidimos dirigir nuestra «fecundidad» hacia otros menesteres, y buscamos situaciones donde pudiéramos ser necesarios a tras personas. Una vez fuimos aceptando una nueva misión dentro de nuestro matrimonio aprendimos a ser padres en otros ámbitos, decidimos amarnos mutuamente y volcar ese amor en los demás. Aún así, en cualquier momento «podría sonar la flauta «, como nos decían los especialistas, aunque las posibilidades eran muy pequeñas y el tiempo pasaba… Pasaron muchos meses y para la mujer comprobar como cada mes no está embarazada es un sufrimiento enorme.
«No tenía que ser solo de forma biológica y pensamos en la adopción»Conocimos a un matrimonio que había adoptado en Centroamérica y nos explicó cómo era el proceso. Nuestra preocupación era no saber cómo y cuándo pero a medida que nos adentramos en la aventura de la paternidad adoptiva esas dudas se fueron disipando. Desde ese momento en que nuestra ilusión iba creciendo ya iba perdiendo importancia el hecho de llegar a ser padres biológicos. «Y así fue que 7 años después de nuestra boda fuimos elegidos como padres de nuestro hijo».Hoy nuestro hijo va a cumplir 10 años y seguimos en la tarea de aprender de las numerosas situaciones en las que nos toca vivir y dar la mejor versión de nosotros mismos para amar al otro cada día más y mejor pues es nuestra máxima. |
Querer adoptar a un niño es dar la oportunidad a la sociedad para que te elijan como padre válido a ejercer el derecho a vivir con tu hijo dentro de tu familia para siempre…
«Abres la puerta de toda vuestra intimidad a un niño sin ella»
Por este gran motivo de crecimiento afectivo de padres elegidos e hijo adoptado es por lo que se necesitan todos los requisitos que garanticen el estreno de una nueva vida para todos.
Uno no decide adoptar hijos para:
- Buscar compañía, porque entonces cómprate una mascota.
- Sanar una obsesión, porque entonces necesitas ayuda especializada para abrazar para siempre a un hijo.
- Soltar culpabilidad de la posible infertilidad, porque necesitas recuperar autoestima antes de tener un hijo.
- Mandar en alguien, porque uno no juega a las «casitas» adoptando un niño.
- Superar una crisis matrimonial, porque un hijo no arregla lo que no esta en su mano arreglar.
La decisión de adoptar tiene que salir de ambos los dos con la:
- Autoestima a raya.
- Necesaria madurez afectiva.
- Estabilidad emocional sostenida en el tiempo.
- Cariño mutuo sin esperar que el cariño del hijo vaya a mejorar el vuestro.
Siempre comento a las parejas que se van a casar que se lo piensen muy bien porque:
«Uno no debe casarse solo porque esta enamorado y para tener hijos»
Aunque haya una gran historia de amor no todo el mundo vale para casarse y para tener hijos forzar esa necesidad casi social no ayuda a la felicidad.
Cuando decides adoptar a un hijo tengas más o no tengas ninguno más adoptado o biológico anterior no debe hacerse sino no hay en la pareja una vida afectiva madura y estable, por encima de la estabilidad económica que es necesaria pero no imprescindible.
Preparando mi futuro trabajo sobre maternidad me he encontrado un artículo muy interesante sobre el apego en los padres que son elegidos para adoptar un determinado niño.
El cariño en la adopción
P Quijada
Los lazos que se tejen entre una madre y sus hijos no dependen de los genes que comparten. Las madres adoptivas son una prueba de ello, explican en un artículo publicado en «Investigación y Ciencia» Kraig Kinsley y Kelly Lambert, del Centro de Neurociencias de la Universidad de Richmond. Cuando no ha habido embarazo, serían los retos de cuidar a un niño los que hacen que el cerebro de la madre adoptiva se «reprograme». Los adultos, incluido el padre, y el bebé a su cargo influyen mutuamente en sus circuitos cerebrales, que se modifican para que el apego entre ambos se fortalezca con el paso del tiempo.
En la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, demostraron que si a una rata le ofrecen la posibilidad de hacerse cargo de crías ajenas, que llegan a través de una rampa que puede abrir a voluntad mediante una palanca, el roedor lo presiona repetidamente hasta que su jaula se llena de diminutas ratitas rosadas. Y es que la mera visión de los pequeños y el cuidado de las crías proporcionan placer y ponen en marcha el sistema de recompensa del cerebro.
Después, el vínculo entre la madre adoptiva y las crías se refuerza por el contacto, que promueve la liberación de oxitocina, la misma hormona que provoca las contracciones durante el parto y la producción de leche.
Espero que os guste.
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