Testimonio: Si un matrimonio merece la pena, que no se rompa por una infidelidad

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Testimonio: Si un matrimonio merece la pena, que no se rompa por una infidelidad

testimonio infidelidadRenovando la confianza en el matrimonio:

Superando la infidelidad juntos

Se habla muy poco de cuáles son los sentimientos de la persona que ha sido infiel:

«Necesitaba oír que gustaba y era especial para otro/a, y me creí sus mentiras».

«No puedo vivir con el peso del daño que le he hecho a mi pareja».

«Mi infidelidad era como jugar al escondite».

«Mientras no me pillaran yo era el más listo».

«Cuando estoy tranquilo/a, me vuelven a mi cabeza recuerdos que no quiero volver a tener».

Después de dedicarme durante muchos años a salvar matrimonios, tengo la certeza de que después de haberse cometido una infidelidad y de empezar por escuchar a las parejas, tanto los que están en el lado del infiel como los que están del lado del fiel, puedo afirmar que en cada caso hay al menos dos tipos de víctimas sentimentales y otras víctimas inocentes que son los hijos de la pareja y la familia extensa.

En cualquier caso, más allá de saber ver cuáles son los hechos y las circunstancias que rodean a una infidelidad y poder centrarnos en la verdadera esencia de lo ocurrido en un matrimonio.

Una infidelidad es el delito sentimental y moral más grave que puede cometerse en una pareja.

Centrándonos en la pareja en la que uno de los dos ha sido infiel, lo primero que hay que saber es que hay diferentes tipos de infidelidades, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo.

Cuantitativamente hablando, el número de infidelidades sí importa desde la visión de la deslealtad y de la falta de moral al tener una doble vida oculta. Pero esta cuestión no es determinante para poder plantearnos que es imposible superar dicha crisis. El número de infidelidades nos hace ver una situación como más o menos irreverente, pero aun así no es determinante para llegar a una reconciliación.

Por frecuencia:

    1. Una primera y única infidelidad.
    2. Una serie de infidelidades repetidas.
    3. Una infidelidad múltiple y simultánea con varias.

Las situaciones 1,2 y 3 van posicionando a la persona infiel en un grado mayor o menor de una inmoralidad consentida.

Cualitativamente hablando, también debemos ser capaces de discernir entre una infidelidad esporádica o una infidelidad sostenida en el tiempo donde su grado de inmoralidad consentida es más o menos grave.

Poner en valor de inmoralidad una infidelidad depende mucho de la persona y los valores de referencia que tenga, de sus creencias, del tipo de infidelidad que arriba hemos descrito y de su matrimonio actual.

El infiel sufre un calvario de emociones cuando ha salido a la luz la gran mentira de su infidelidad:

  • Sufre mucha ansiedad: es la manifestación más común después de haber sido infiel a tu pareja. Por un lado, tiene miedo al rechazo social y familiar. Por otro lado, se siente juzgado/a por su pareja permanentemente y sin posibilidad de credibilidad alguna.
  • Sentimientos de culpa: aunque el 60% de los infieles descubiertos intenta justificarse y no culpabilizarse, de manera más rápida que lenta, ante circunstancias concretas, como una enfermedad, accidente u hospitalización de su pareja, un hijo o familiar próximo… de pronto empieza a caer en la cuenta de que, en una grandísima medida, el único responsable y culpable de lo ocurrido es él y no su familia o el entorno. La culpa que ahora siente es el resultado del gran daño emocional que ha producido en su pareja y, a mayor daño, mayor culpabilidad personal.
  • Sentimientos de traición: La persona infiel siente cómo su pareja le ve como su enemigo y ni le reconoce, ni se identifica con él/ella como esa persona de confianza y padre/madre de sus hijos.
  • Sentimientos de decepción: La persona infiel se nota decepcionada. Está en una jaula donde los demás le miran y no siente que le ven como la persona valiosa que fue antes, sino como un híbrido entre” persona y fiasco”.
  • Sufre fuertes cambios de carácter y frecuente mal humor: Estos cambios de humor se venían notando incluso antes de que se descubriera su infidelidad. Ya que cuando estás siendo infiel a escondidas y, por miedo a ser descubierto tanto en actos públicos como en citas preparadas como en medias verdades o en pequeñas mentiras, inevitablemente los cambios de humor le sirven para salir al paso de las “pilladas”.
  • Vive en un intenso estrés y tensión: una doble vida es complicadísima porque hay que tener dinero extra, mucha memoria y ser muy inteligente para sostener la mentira con mucha gente al mismo tiempo.
  • Pensamientos de inseguridad e indecisión en cuanto a romper o no romper su matrimonio: No todos los amantes se conforman solo con ser “la otra/o”, sino que quieren aspirar a desplazar a la mujer o marido del infiel actual, hasta convertirla en la “otra/o” . Este tipo de presiones produce una incertidumbre permanente entre vivir la vida oficial o romper para empezar una nueva vida con el “otro/a” clandestino.

Todas estas vivencias comunes al que es infiel, nos llevan a una tesis de la que partir:

En una infidelidad hay siempre una víctima responsable y culpable de su error y engaño. Por reacción, hay también una víctima sufriente de la infidelidad por su pareja oficial. Y, por repercusión emocional, ambos se convierten en el verdugo del uno hacia el otro. Uno por necesidad de venganza y otro por instinto de supervivencia.

El daño que ha recibido la víctima sufriente le hace convertirse en verdugo de su pareja infiel. El daño provocado por la víctima culpable le convierte en verdugo de sí mismo.

En la mayoría de los casos se arrepiente de lo hecho, no quisiera estar ahí y hasta desea morir ante todo el sufrimiento que ha creado y consentido hasta que se descubrió su infidelidad.

Así, la persona infiel carga con la culpabilidad del daño provocado y con el peso del daño que también se ha provocado a sí mismo. El infiel es más víctima y verdugo de sí mismo que la víctima sufriente de la infidelidad. Además, lo es por tiempo indefinido porque no puede tener control sobre el perdón de los demás ni sobre el olvido de hechos almacenados en su memoria.

La conciencia del haber sido infiel no le deja tranquilo y le hace tener pensamientos negativos sobre lo que fue capaz de hacer e hizo, poniendo en peligro su proyecto de vida y, al mismo tiempo, no pudiendo evitar ni olvidar impidiendo que se le repitan en su cabeza recuerdos idílicos de su infidelidad en los momentos más inoportunos e impensables y sin poder borrarlos de su memoria y corazón.

Son unos pensamientos tan agridulces como personales y que además no los puede compartir con nadie.

Aunque los últimos índices de infidelidades son muy altos y siguen creciendo, el hombre o mujer casado y enamorado no se casó para ser infiel. El hombre y la mujer casados basan su matrimonio en la fidelidad como camino hacia una felicidad compartida.

Así que, mientras haya un matrimonio que ambos reconozcan que su vida en común merece la pena vivirla, no debe romperse dicho matrimonio por causa de una infidelidad.

Si hacen entre los dos una causa común para recomenzar y catalogan la infidelidad como una casualidad que se cruzó en su camino, es posible recuperar la unión y la estabilidad matrimonial.

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Sara Pérez-Tomé Román.

 

Os dejamos un testimonio de un matrimonio que asistió a terapia de pareja con Sara Pérez-Tomé.

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