¿Qué me pasa que lo tengo todo, pero no soy feliz?

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¿Qué me pasa que lo tengo todo, pero no soy feliz?

no felicidad Tuvieron una boda como habían soñado, todo salió a la perfección.

Sin embargo, a las veinticuatro horas del evento, ella era incapaz de sentirse felizmente casada. De tanto desear que llegara el momento, una vez que había pasado, le había desaparecido la ilusión personal completamente. A pesar de que su marido hacía por ella todo lo que estaba en su mano por motivar, entenderla y comprenderla, estaba agotado y triste por no saber cómo ayudarle. 

Así acudieron a Terapia de Pareja, un matrimonio recién casado. Desde el día siguiente de la boda, ella no “levantaba cabeza”. Para empezar, lo que le ha pasado a esta pareja es muy normal después de un noviazgo. La ilusión por un compromiso y el gran deseo de  la celebración de su boda lo han vivido con gran intensidad. Y justo, cuando se llega al punto álgido del gran proyecto de tu vida, te puedes quedar sin la capacidad de disfrutar el buen resultado del mismo. 

Así es la vida. Cuando una persona deja de disfrutar es posible que esté pasando por una crisis de Anhedonia. Entonces esa persona ha perdido la capacidad de cargar las pilas cada día, después del desgaste diario y cotidiano.

No es que esté triste, tampoco es que se haya vuelto antipática de pronto, ni tampoco es que esté aburrida o con mucha incertidumbre. Simplemente es que, después del éxito conseguido, no puede con el peso diario de la alegría de vivir el momento bueno de las cosas que le pasan.

Estos síntomas, con aspecto de depresión, son la incapacidad de sentir placer o alegría tal y como los sentía antes.

Esta pérdida vital de disfrutar puede abarcar a muchos otros ámbitos de la vida (laboral, deportivo, social, parto, post-operación) y no solo al sentimental, aunque es en este ámbito donde es más alarmante, si además te ocurre nada más casarse o aprobado una oposición…

Otro ejemplo pudiera ser ante la pérdida repentina de apetito o el rechazo a determinadas comidas cuando antes no había ningún problema con la comida. También hay personas que siempre fueron muy sociales y, de pronto, les cuesta conocer a gente nueva o relacionarse con su entorno más próximo y de confianza.

 

En resumen, nos encontramos con una persona que no le apetece nada de lo que antes estaba integrado en su vida plenamente.

Es como si la persona se sintiera tan pequeñita ante una situación antes placentera que no ve equilibrio entre su deseo de algo y su recompensa por conseguirlo.

Digamos que la crisis de Anhedonia es una de las manifestaciones de la depresión y con una forma de manifestarse a la inversa de lo que supone sufrir ansiedad. Son dos maneras contrapuestas de somatizar una posible depresión.

La clave para ayudar a esta persona estará en descubrir lo que antes -de este síntoma muy común en una depresión-  le inspiraba y le daba vitalidad y así poder volver a provocar la sensación normal de felicidad cotidiana.

El factor fundamental son las personas del entorno más próximo de quien se encuentra tal y como hemos descrito. Las personas que estén a su lado, conscientes del problema, no deben frustrarse con esta incapacidad para que el otro sea feliz o al no poder ayudarle a ser feliz. Tienen que ser personas estables y seguras de sí mismas, de tal forma que la persona que padece de crisis de la Anhedonia no  haga descompensarse a quien más necesita a su lado.

Una buena conexión con este síntoma es pensar que la persona está sufriendo y no lo hace por molestar o por llamar la atención, sino porque necesita un acompañamiento afectivo especial desde la tranquilidad mientras dure su sensación de no poder ser feliz.

Es difícil que la persona sea capaz de superarlo por sí misma. Normalmente, se necesita ayuda profesional y, cuanto antes mejor,  porque entonces será más rápida la recuperación del bienestar personal y el abandono de la sensación de “Tenerlo todo y no poder ser feliz”.

salir del tunel

Sara Pérez-Tomé

 

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