Las  madres tóxicas se hacen y también se curan

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Las  madres tóxicas se hacen y también se curan

madres“No es lo mismo desear ser madre, que llegar a ser una buena madre”

 

El paso de ser mujer y madre es mucho más que una elección ligada a una posible fecundidad. Ese paso es sobre todo:

“Una  decisión fusionada con la capacidad afectiva equilibrada y la madurez precisa para llevarla a cabo”

La mayoría de las mujeres en edad fértil pueden ser madres. Ser madre no solo es un deseo, sino también un privilegio de la naturaleza. Y no siempre es compatible con la fertilidad del hombre o con las circunstancias que rodean la fecundidad de ambos.

Hay mujeres que llegan a ser madres en circunstancias post-traumáticas, cargadas de carencias afectivas o en momentos que ni física ni emocionalmente eran los mejores. En algunos casos, ese periodo de espera no lo supieron gestionar bien, tanto en solitario o acompañada del padre de su bebé.

Cuando un hijo nace en un momento difícil para su madre o sus padres, puede ocurrir que les cueste aceptar la llegada y la crianza de sus hijos. Incluso en ambos casos, la mujer vive su embarazo desde la sensación de soledad.

Rechazar o no querer a un hijo parece algo “contra natura» tal y como se entiende socialmente. Estas circunstancias convierten la maternidad en un sentimiento negativo hacia el futuro hijo. Y hacen de este tema un tabú que se siente y se palpa, pero que nunca se habla de ello. Incluso se evita en momentos de intimidad.

Una maternidad inmadura, afectivamente hablando, puede ser la semilla de “una futura madre tóxica». Sobre todo si, antes de ser madre, ya consideraba que gestar, parir, criar y educar a un hijo como parte de lo que la sociedad espera de ella. Este posicionamiento, le situará inconscientemente a ella también, aunque no haya vivido la maternidad desde el amor ni existiera el nido para ello.

«Cuando se es madre por condicionamientos sociales o por necesidad de tener un hijo como un bien interesado es muy difícil que luego se convierta en madre de manera incondicional.»

Si en ese proceso algo falla, saltarán las alarmas contra un apego seguro entre madre e hijo. Y sobre todo si, una vez tenido el hijo, las circunstancias hacen que tenga que vivir superando obstáculos o complicaciones de entorno, la madre entenderá que esta sobrecarga de crianza transformará la percepción de su hijo. Esto hará de él un rival o le achacará consciente o inconscientemente la culpa de haberle impedido vivir otro tipo de vida diferente.

La felicidad de una madre no debe estar plenamente vinculada al nacimiento de su hijo. Una mujer debe ser feliz por sí misma y no por tener un hijo. No puedes cargar el peso de tu felicidad en lo que te depara la futura vida de tu hijo porque sería un grave chantaje emocional filicida.

Perfiles de madres que acaban siendo  tóxicas para su hijos:
    • Mujeres con inmadurez afectiva (infancia, traumas, trastornos psicológicos o mentales graves).
    • Mujeres narcisistas donde no hay espacio para un hijo entre sus necesidades y sus deseos.
    • Mujeres amargadas y frustradas en su vida conyugal.
    • Mujeres que se casan bajo la presión de estar ya embarazadas.
    • Mujeres insatisfechas y profundamente infelices con la vida que tienen, al margen de la maternidad.

Cada una de ellas manifestará su toxicidad de maneras diferentes. Algunas lo harán con conductas egocéntricas e hirientes verbalmente, pudiendo llegar hasta desarrollar sentimientos de envidia de la belleza o de los éxitos de sus hijos. Mostrarán sentimientos de culpa permanente por haber tenido un hijo. Es posible que tengan la necesidad de manipular la realidad hasta los límites de la crueldad. Y lo peor de esta situación es que ellas mismas no saben que son víctimas de los escenarios que ellas construyeron.

“En consecuencia, estos perfiles de mujeres y madres acaban sobreviviendo muy aisladas e incomprendidas”.

La realidad es que intentan proyectar sus propias frustraciones en la vida de sus hijos, hasta encajarlos en un molde que ellas necesitan para sentirse bien. Lógicamente, ese molde no siempre suele coincidir con la potencialidad de su hijo. También son capaces de llegar a buscar en los hijos el modo de sanar su ego reflejando en ellos el efecto espejo de su propia carencia.

Las madres que no aman se convierten en víctimas de sus hijos y acaban por invertir los roles para terminar el hijo atendiendo y cuidando a su madre y no al contrario. El amor que no dan, sí lo demandan en el sentido contrario.

Como consecuencia de estos escenarios y fruto de una madre que no ha sabido amar a sus hijos de manera sana e incondicional surgen hijos inseguros, con falta de autoestima y con tendencia a un perfeccionismo brutal. En definitiva, se construye una relación de apego basada en el vacío emocional de su vínculo primario, sin una relación materno-filial sana, equilibrada y a la vez autónoma.

Por otro lado, un hijo que reconoce la falta de amor de su madre suele ser una persona con serias dificultades en la intimidad emocional y relacional con otras personas. La falta de un amor materno natural produce en los hijos sensación de miedo al abandono. Por ello, aparece en el hijo una necesidad de buscar que le quiera alguien de manera permanente. Ya que nunca se sentirá suficientemente querido y solo verá valor en lo que hace y no en quién es.

Un hijo no querido vivirá en un círculo crónico que va de la infelicidad sin motivo aparente a la dependencia siempre de alguien.

Este tipo de madres pueden ser mujeres de un éxito social impecable, pero en cambio, son como fantasmas vivientes por dentro. Son una fachada de reconocimientos externos, pero con una soledad afectiva que les impide quererse, sentirse queridas y, lo que es peor, querer a sus propios hijos o  a otros.

Propuestas para sobrevivir a una madre tóxica:

No se puede dar por perdido el protagonismo afectivo y el valor  emocional que una madre puede tener con cada uno de sus hijos. 

Una madre tóxica es una niña herida, que siente que debe pedir ayuda para cortar con esa tendencia anti-natural. Esta situación puede llegar a ser  transmitida a sus hijos si no pone remedio.

Una mujer dañada en su infancia, a no ser que tenga un grave trastorno de personalidad, tiene capacidad de elegir ser libre y protagonista de su propia vida afectiva y relacional y no debe acomodarse a esa lugar. Cualquier persona con buena actitud se puede sentir capaz de superar esa sensación, aunque quizá sea posible que precise de la ayuda de un terapeuta que le acompañe en el camino.

Tomar conciencia de que necesita ayuda y poner nombre al daño que le causó este déficit afectivo es empezar a cambiar su futuro y el de sus hijos.

Si su carencia de infancia vino de un padre o madre que no le quiso, es necesario aceptar que no elegimos a nuestros padres. Tampoco nuestra madre/padre nos eligió. Por lo tanto, eliminemos el determinismo, en la vida entre la vida de cada hijo y la madre que no le quiso. Se puede empezar por poner distancia emocional con un pasado que no ayuda en el presente. Pero que ella misma está proyectando una herida antigua en sus propios hijos.

 

 

 

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