El otro día me comentaron que la crianza la formaban días largos y años cortos.
Esta frase se ha convertido en un axioma para muchos de los que además de ser profesionales tenemos familia. Incluso ha tomado todavía más fuerza en estos tiempos de pandemia en el que los días se han vuelto más intensos.
Parece que fue ayer cuando la pandemia estalló y va a cumplirse casi un año cuando apenas han transcurrido 8 meses desde que empezamos a vivir en esta nueva normalidad en la que ciertas medidas como el teletrabajo, el distanciamiento social y la incertidumbre han pasado a ser nuestros compañeros de viaje.
Los expertos dicen que nuestra percepción del tiempo suele cambiar a medida que crecemos y nos hacemos mayores.
Para los niños una tarde puede ser eterna mientras que para un adulto un año puede ser un suspiro. ¿Por qué? El alto nivel de estrés generado por nuestras responsabilidades, la autoexigencia desmedida y vivir la vida a una velocidad vertiginosa, en los tiempos que nos tocan vivir, hacen que el tiempo discurra muy rápido en nuestra cabeza.
¿Cuántas veces nos dicen disfruta del día de tu boda porque pasará volando, disfruta de tu bebé porque enseguida se hará mayor…! Y nos pasamos la vida apagando fuegos e intentando disfrutar (no disfrutando) y preocupándonos (no ocupándonos) de cosas urgentes y el tiempo pasa…
En la crianza el aquí y el ahora puede llegar a ser más físico, más intenso, emotivo y caótico a instantes. Los días pueden ser sin duda muy largos. Sin embargo, a pesar de lo complicado que pueda ser todo, cuando queremos darnos cuenta… el tiempo ha pasado.
Creo por ello que el vídeo que grabó en 2009 Pep Mascaró, más conocido como el «abuelo de la Coca-Cola» puede servir como reflexión. El vídeo cuenta como un hombre con 102 años va a visitar a un bebé recién nacido al que le transmitirá en persona y a través de su ejemplo que hay que disfrutar de la vida. En sus propios palabras:
«Lo único que no te va a gustar de la vida es que te parecerá demasiado corta. Estás aquí para ser feliz».
Pep tenía una familia numerosa. 6 hijos, 33 nietos y 30 bisnietos. Siempre que se le preguntaba, aseguraba que se encontraba en perfecta forma física, que corría, montaba en bicicleta, iba a gimnasia y que los fines de semana asistía a clases de baile. Falleció a los 105 años por causas naturales pero sus palabras parece que se han quedado cómo un mantra que nos recuerda la intensidad de la vida y la necesidad a su vez de saborearla.
No quería terminar sin hacer también referencia a la última canción de Pau Donés que da título a nuestro post. Precisamente se lo dedica a su hija antes de morir y con ello podemos reflexionar también sobre el paso del tiempo y la importancia del Amor cómo la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos.
«Eso que tú me das
Es mucho más de lo que pido
Todo lo que me das
Es lo que ahora necesito
Eso que tú me das
No creo lo tenga merecido
Todo lo que me das
Te estaré siempre agradecido»
Si estás leyendo esto te invito a poner el volumen al máximo de la canción y a empezar a disfrutar viviendo.