Hemos vivido y padecido los peores momentos de la pandemia y, cuando estamos a punto de salir, un eco potente nos devuelve el pasado haciéndolo presente.
Si bien tenemos la suerte y no es poco, de que esta pandemia está remitiendo y bajando en gravedad, siendo honestos, no frivolizamos con la rebaja de su letalidad. Aún tenemos coletazos de este virus COVID 19.
¿Cuáles son?, aparte de los contagios que siguen existiendo en grandes números. Pues algo muy distinto al mero virus: el efecto post COVID.
El tema que desde Sophya acusamos no es este, sino el de las familias que acuden a nuestro Gabinete y sus consecuencias. El efecto “post crisis COVID” no es de calle, ya que afecta a un ambiente más doméstico:
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- Nuestros adolescentes vienen acusando una “post crisis de ansiedad” que debería haberse manifestado durante estos dos años y aflora hoy. Ahora que estamos plenamente incorporados en el trabajo, y en escuelas e institutos tenemos la libertad de usar o no la mascarilla, es cuando estamos tocando la realidad, los miedos, fobias y problemas no resueltos.
- El adolescente vive con mayor o menor ansiedad la crisis normal de esa etapa evolutiva, con subidas y bajadas necesarias en su desarrollo. Y hasta aquí todo normal por ser un comportamiento adaptativo. Sin embargo muchas familias, saturadas por la gestión y medidas de protección externas, olvidaron que hay que filtrar la entrada en el ámbito de la familia. Son ellos mismos quienes conocen y saben llevar a sus hijos, cuidarles y traducirles las medidas político – sanitarias, de puertas adentro.
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Muchas familias se vieron delegando forzosamente la educación en el control del Estado. Y no supieron ver que, mientras nos estaban sustituyendo la relación directa por la relación virtual, se generaban otro tipo de problemas y frustraciones. Las familias no llegaron a tiempo de prever esto. Tal vez por el shock inducido desde el exceso de medidas de protección y control. También de leyes limitantes, multas, donde la desinformación y desconfianza permanente, presentaban a los demás como enemigos. No se conocía el efecto desestabilizador en el desarrollo emocional de los más vulnerables, quienes por su momento evolutivo necesitan referentes de autoridad y garantías de seguridades.
A los padres les ha faltado esa ayuda para el cuidado interno de sus hijos adolescentes que acusaban carencias en la relación con sus homólogos en edad. Y confiaban que todo se pasaría.
La familia, los padres han estado muy necesitados de apoyos para saber reorientar la educación afectiva de sus hijos, y gradualmente llevarlos a la normalidad: desde leyes de convivencia, tolerancia y límites educativos: horarios, encargos en la casa, juegos en familia, más conversaciones y más explicaciones.
Se están presentando comportamientos y conductas culpabilizadoras de padres a hijos, de hijos a padres, entre hermanos, provocadas por el modo de gestionar la crisis últimamente. Seguimos haciendo de rastreadores de un virus que favorablemente no tiene letalidad inicial.
No se trata de buscar el control de lo que no tenemos controlado, señalando culpables fuera. Porque eso nos lleva a conclusiones inciertas. Por mucho que nos auto convenzamos de ello, esto no nos permite avanzar en la educación de los hijos. Eso es lo que ha generado un aumento de las crisis de ansiedad y problemas en adolescentes como autolesiones, fobias y depresiones.
No hemos llegado tarde. Simplemente estamos a tiempo de ayudarles puesto que es ahora cuando están surgiendo peticiones de ayuda. Y es ahora cuando desde la objetividad podemos empezar a ponerle remedio.