¿Es normal que los niños se enamoren alguna vez entre los 3 y los 13 años? Los niños/as se enamoran como parte de su desarrollo afectivo. Cada edad tiene su tipo de “noviazgo”.
Hay hombres y mujeres de 40 años que tienen noviazgos como si tuvieran 3 años
¿No es verdad que, si vuestro niño/a de 3 años os viene diciendo que tiene novio/a, te hace mucha gracia, y que, por el contrario, si tu hijo/a de más de 12 años os dice lo mismo, deja de hacerte gracia y empieza a crearse una columna de humo entre vosotros y vuestro/a hijo/a?
Bienvenidos al mundo de la comunicación infantil y adolescente.
Tanto a los 3 como a los 13 años vuestro hijo ha decidido contaros cómo se siente y cómo está descubriendo una nueva forma de relacionarse fuera de su familia.
La niñez y de la adolescencia son procesos donde el gusto y el deseo de estar con el otro es la línea matricial y ello es necesario para cualquier desarrollo personal.
No se puede frivolizar sobre el hecho de tener o no tener novio porque, si no se encauza de manera adecuada desde el principio, pueden darse “daños colaterales”, algunas veces con una huella irreversible que tiene su origen en la infancia o la adolescencia.
A los 5 o 6 años empiezan a aparecer esos “falsos noviazgos”, que son los primeros enamoramientos donde la figura del amor a la madre empieza a no ser la única en el desarrollo del amor en los niños.
4 claves educativas:
NO HAY QUE SORPRENDERSE NI DARLE MÁS IMPORTANCIA DE LA QUE TIENE. AL DECIROS, “PAPÁ Y MAMÁ, TENGO NOVIO/A”:
- Vuestro niño/a no ha hecho otra cosa que imitar el lenguaje de los mayores.
- Está socializándose, reconociendo a otros niños como diferentes a él y a su entorno familiar más próximo.
- No existe para ellos ninguna connotación sexual ni genital. No le añadas tú esa connotación.
- Ha empezado a sentir y a necesitar sentir la proximidad de otros, el deseo de agradar y la alegría de ser elegido para compartir compañía.
Lo que antes te hacía gracia, a partir de los 10 años empieza a inquietaros de tal forma que creéis que la mejor manera de sobrellevar la preocupación es diciéndoles:
“Hasta los 18 años olvídate de tener novios/as”
Detrás de esta frase hay más miedo e ignorancia educativa que sentido común.
Se entra fácilmente en la trampa de pensar que estamos educando pues lo prohibimos por su bien.
Es verdad que, hasta los 16 ó 17 años, los jóvenes no están buscando una relación más única y exclusiva que sus anteriores relaciones. Es a esta edad, a partir de los 16 ó 17 años, cuando son capaces de generar expectativas en sus relaciones.
Sin embargo, cuando los padres prohibimos cualquier referencia a un novio/a pensando que lo hacemos por su bien, ¿a qué bien os estáis refiriendo? ¿Al bien de no volver a hablar de ello hasta los 18 años, o a no querer saber ni volver a hablar de cómo se siente tu hijo cuando sale y va al colegio o con sus amigos?.
Parte de su socialización consiste en preocuparse de estar limpio y arreglado y de “gustar” a sus amigos en este sentido.
Esta “preocupación” por integrarse en un grupo a través de la indumentaria es parte del buen desarrollo de su identidad sexual y la de los demás.
En cuanto a la identidad sexual, estamos viviendo un momento histórico y cultural que invita a la ambigüedad, la individualidad y lo disruptivo.
Lejos de escandalizarnos, debemos bajar a la arena de lo que se está cociendo en la calle donde están vuestros hijos.
Hay que saber cómo y cuándo preguntar y esperar respuestas por parte de ellos, mucho más que gastarnos en eternos sermones. Es la única manera de invitarles a decirnos cómo se sienten y de verdad poder ayudarles. Sus palabras son certezas y evidencias, las tuyas son elucubraciones o teorías que no se sustentan si no escucháis primero a vuestro hijo/a.
Enseñar a los hijos a enamorarse “bien” es todo un aprendizaje, basado en el dar y recibir a través de una amistad sólidamente construida en el tiempo.
Si no aprenden a querer de verdad, no lograrán configurar bien su personalidad y no sabrán qué esperan de ellos mismos en un futuro.
La educación para el amor y no para el sexo es la estructura necesaria para que una persona pueda y sepa enamorarse. Sin entender lo que es amarse a uno mismo como a los demás, nunca podrá llegar a enamorarse con madurez.
Enamorarse es la suma de sentimientos de seguridad personal, junto a un coste bestial de las hormonas necesarias para que se dé la atracción y el deseo (oxitocina, serotonina, dopamina, norepinefrina), además de la amistad.
Si empezamos a aceptar cierto lenguaje afectivo desde los 3 años como este : “Mamá y papá, tengo novio”, con naturalidad, habremos empezado nuestro master familiar sobre afectividad y estaremos ayudándoles a progresar en sus sentimientos de la forma más evolutiva y sana posible.
Si rechazamos este lenguaje y sus futuros lenguajes, se aferrarán más a sus errores de percepción y a sus enamoramientos idílicos.
Este rechazo, lejos de ser un aprendizaje, dejará a tu hijo sumergido en un túnel subterráneo por el que se deslizará hacia su vida de adulto en solitario.