¿Es malo sentir miedo?

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“El miedo se fermenta en el cerebro y se manifiesta en nuestro cuerpo a través del corazón, porque es una emoción que tiene mucho que ver con nuestra imaginación»

Desde el punto de vista semántico la RAE define el miedo como:

• Una angustia por un riesgo o daño real o imaginario.
• Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.

A nivel fisiológico, el centro vital de donde nace la sensación de miedo está en nuestro cerebro límbico. Es allí donde se guardan todos nuestros recuerdos y emociones, se visibiliza a través de cambios y reacciones visibles e invisibles que se proyectan a través de nuestro cuerpo tales como temblores, palpitaciones y sudores, nudo en la garganta o en el estomago, dolores tensionales. Es entonces cuando nuestro cuerpo reacciona paralizándose o protegiéndose de esa sensación.

 

Una experiencia personal produce una experiencia emocional. Si se repite dicha circunstancia, se desarrolla un aprendizaje interno que produce automáticamente una reacción vital similar

Cada vez que se repite la misma experiencia, nuestro cerebro ha aprendido a reaccionar de una determinada forma de sentir lo que llamamos sensación de miedo y que llevado al extremo puede hacerte «entrar en pánico»

Si esa reacción nos bloqueara, el miedo pasaría a ser “nuestro peor enemigo”. Y si ese temor nos hace buscar activamente una solución, entonces el miedo se convertirá en “nuestro mejor amigo”.

Gracias al miedo activo podemos salvar nuestra vida o la de otros. Mientras que el que nos atenaza, pone en serio peligro nuestra vida o la de otro hasta poder perderla por falta de una reacción inteligente.

 

Desde nuestro cerebro no solo se gestiona el miedo sino también el amor, la rabia, la tristeza… y cualquier otra emoción que afecte a nuestro equilibrio afectivo.

Todas las experiencias vitales aprehendidas están registradas y guardadas en nuestra amígdala, es nuestra «big data emocional». La amígdala en el gran servidor de almacenamiento de todos los datos que nos van produciendo las distintas emociones.

 

“Puede haber tantos miedos como experiencias mal gestionada de situaciones no deseadas o sobrevenidas”.

Esta sensación no solo se experimenta hacia personas, sino también hacia potenciales situaciones de fracaso personal como puede ser suspender un examen, perder un trabajo, perder a tu familia, perder la salud o algo valioso…

El cerebro analiza los datos y te hace ponerte en alerta para entonces sentir la emoción del miedo. De cómo nos enfrentemos al estrés que produce el miedo, podremos estar ante un aviso muy positivo de poder cambiar nuestro futuro más inmediato.

Los adolescentes emprenden acciones de altísimo riesgo sin tenerle “respeto al miedo” que puedan sufrir, ya que sentir miedo es parte de su juego perverso adolescente y es por eso que el mundo adolescente se convierte en una población en riesgo por su falta de conciencia racional a “la sensación de miedo”.

También hay adultos que buscan experiencias de alto riesgo para “auto-probarse” en sus temores, a través del deporte o de inversiones empresariales o bursátiles. Incluso hay personas con hipersensibilidad al miedo que les desencadenan «fobias» de todo tipo, que les aíslan del entorno social con graves limitaciones relacionales.

Definitivamente tenemos que conseguir educar a nuestro cerebro para que con los archivos que tenga almacenados de nuestras experiencias, podamos ser siempre dueños de nuestra vida. Solo desde la valentía de enfrentarnos a lo que tememos y respetarlo podremos hacer del miedo la llave para superarnos a nosotros mismos.

 

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